Broncoespasmo: Qué es, causas, síntomas y tratamiento

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El broncoespasmo es una contracción intensa de los músculos lisos que rodean los bronquios, estrechando las vías respiratorias y dificultando el paso del aire. Aunque aparece con frecuencia en enfermedades como el asma o la bronquitis, también puede desencadenarse por alérgenos, irritantes o incluso estrés.

Comprender a fondo sus causas, síntomas y manejo es fundamental para mejorar la calidad de vida de los pacientes, especialmente en pediatría, donde las crisis asmáticas representan hasta el 15 % de las consultas otoñales.

¿Qué es un broncoespasmo?

Un broncoespasmo se desencadena cuando la musculatura lisa de los bronquios entra en tensión sostenida, reduciendo drásticamente el calibre de las vías respiratorias. De hecho, este estrechamiento, también llamado hiperreactividad bronquial, es el primer eslabón de la cadena que dificulta el paso del aire y dispara los síntomas.

El resultado: sibilancias, tos, disnea y, en ocasiones, dolor torácico. Este fenómeno es reversible, pero puede agravarse si no se actúa con rapidez.

Dibujo anatomico de una sección del bronquio en estado normal y otra con un broncoespasmo
Infografía de un bronquio en estado normal y uno con broncoespasmo.

¿En qué consiste un broncoespasmo?

Tres procesos clave confluyen en cada crisis:

Contracción excesiva de la musculatura lisa:

Cuando esos pequeños anillos de músculo alrededor de los bronquios se activan repentinamente, actúan como una pinza que estrangula la vía aérea. El aire choca contra un estrechamiento súbito, lo que incrementa el esfuerzo al inspirar y expirar. Este espasmo involuntario se traduce en sensación de opresión torácica y respiración entrecortada, especialmente al intentar correr o subir escaleras.

Inflamación y edema del revestimiento bronquial:

La pared interna de los bronquios acumula líquido y se engrosa: es como si el tubo se forrara por dentro con un cojín hinchado. De este modo, al menor roce (frío, polvo o alérgeno) la reacción es exagerada. Ese “acolchado” extra reduce el paso de aire y hace que la tos y las sibilancias se disparen con más facilidad en cada episodio.

Sobreproducción de secreciones:

En paralelo, las glándulas mucosas funcionan a todo trapo y generan moco espeso que se adhiere a las paredes internas. Al no poder retirarlo rápido, se forman tapones que obstruyen completamente ciertos conductos. Con ello obtenemos esa sensación de “respirar a través de un filtro sucio” y necesidad de toser con fuerza para despejar.

Estos tres factores inflamación–espasmo–obstrucción no solo complican la ventilación, sino que altera el intercambio de gases. Como resultado, puede aparecer hipoxemia (baja oxigenación) e incluso hipercapnia (acumulación de CO₂) en episodios graves.

Causas y desencadenantes habituales

Hay un amplio abanico de factores que pueden actuar como detonantes de un broncoespasmo. Estos son los más habituales:

  • Enfermedades respiratorias crónicas:
    Asma, bronquitis crónica, EPOC y enfisema provocan una inflamación constante en las vías aéreas, dejando el bronquio “a flor de piel” y predispuesto a espasmos. Además, las infecciones virales, bacterianas o fúngicas (como el virus respiratorio sincitial o la gripe) tienden a agravar la hiperreactividad bronquial.
  • Irritantes ambientales:
    El humo del tabaco y la polución urbana contienen partículas que dañan el epitelio bronquial. Asimismo, los vapores de limpiadores e industriales, junto al aire frío o seco, actúan como chispa para la contracción muscular lisa.
  • Alérgenos domésticos y estacionales:
    Polen, ácaros del polvo, moho y caspa de mascotas disparan en muchos casos la reacción asmática. Incluso ciertos aditivos y colorantes alimentarios pueden actuar como precipitantes en personas muy sensibles.
  • Ejercicio físico y esfuerzo intenso:
    En muchas personas, un episodio de broncoespasmo aparece durante o tras la actividad física, sobre todo cuando la respiración rápida y profunda enfría y seca las vías aéreas. Suele manifestarse en los minutos siguientes al esfuerzo, con tos, sibilancias y sensación de opresión torácica.
  • Estrés y emociones fuertes:
    Cuando el cuerpo se somete a tensión emocional (ansiedad, miedo o ira), libera adrenalina y activa el sistema nervioso simpático. Esa “alerta roja” puede traducirse en un aumento del ritmo respiratorio y una hiperreactividad bronquial que desencadena espasmos. En otras palabras, un susto o un ataque de nervios no solo afecta al corazón: también puede cerrar las vías respiratorias, provocando sibilancias y esa sensación de “nudo” en el pecho.
  • Anestesia y ciertos medicamentos:
    Durante una intervención quirúrgica, la intubación o algunos anestésicos pueden irritar directamente la vía aérea. Entre los fármacos de uso común que, en ocasiones, precipitan broncoespasmos están los AINE, β-bloqueantes, determinados antibióticos y raramente hasta pulmones excesivamente sensibles reaccionan mal a broncodilatadores mal tolerados.
  • Nuevas sustancias inhaladas:
    Estudios recientes sugieren que la nicotina de los cigarrillos electrónicos puede estimular el nervio vago y desencadenar contracción muscular bronquial, sobre todo en usuarios con antecedentes alérgicos o asmáticos.

En definitiva, el cruce entre la predisposición individual —desde la genética hasta el nivel de inflamación— y estos desencadenantes marca la diferencia entre una tos puntual y una crisis de broncoespasmo a toda regla.

Síntomas del broncoespasmo

En un episodio de broncoespasmo, las vías aéreas se estrechan de tal forma que se disparan señales claras de alarma y malestar. A continuación, los indicios más frecuentes:

  • Disnea o dificultad respiratoria: sensación de ahogo, respiración entrecortada o jadeo al realizar actividades cotidianas.
  • Sibilancias: silbidos agudos en inspiración o espiración, fruto del paso del aire por conductos estrechados.
  • Tos persistente: carraspera seca o, a veces, productiva, que no logra despejar por completo la obstrucción.
  • Opresión torácica: presión o “peso” en el pecho, como si las costillas comprimieran los pulmones.
  • Fatiga y agotamiento: la ventilación ineficaz agota al paciente, que se cansa con facilidad incluso en reposo.
  • Mareos o sensación de desmayo: en casos severos, la falta de oxígeno al cerebro provoca aturdimiento o visión borrosa.
  • Signos de gravedad: labios o uñas azuladas (cianosis), habla entrecortada, somnolencia o postura en sedestación (incapacidad para tumbarse) indican necesidad de atención inmediata.

Tratamiento del broncoespasmo

Antes de llegar al rescate urgente, el tratamiento del broncoespasmo pivota sobre cuatro líneas de acción que combinan alivio inmediato y control a largo plazo:

  1. Broncodilatadores de alivio rápido
    Inhaladores “de rescate” con beta-agonistas de corta duración (Ventolín, Salbutamol, Terbutalina) o nebulizadores que relajan al instante la musculatura lisa bronquial, ensanchan los bronquios y mejoran el flujo de aire.
  2. Broncodilatadores de mantenimiento y corticoides inhalados
    Para prevenir recaídas se emplean beta-agonistas de larga acción (salmeterol, formoterol) junto a corticosteroides inhalados (budesonida, fluticasona, beclometasona). Esta dupla reduce la inflamación crónica y mantiene estables las vías aéreas.
  3. Antiinflamatorios sistémicos
    En casos moderados o severos, un ciclo corto de prednisona o dexametasona blinda la vía aérea al actuar desde el torrente sanguíneo, cortocircuitando la tormenta inflamatoria que desencadena la hiperreactividad.
  4. Mucolíticos y fisioterapia respiratoria
    Fármacos como acetilcisteína o ambroxol fluidifican el moco para facilitar su expulsión, mientras que la rehabilitación pulmonar y las maniobras de drenaje por parte de un fisioterapeuta respiratorio mejoran el aclaramiento mucociliar.

Con este protocolo se reduce la frecuencia de los episodios y se optimiza la calidad de vida de los pacientes.

Tratamiento de urgencia del broncoespasmo

Cuando la obstrucción se dispara, el protocolo exprés arranca con oxígeno humidificado para mantener la saturación por encima del 92 %. A continuación, se administran los broncodilatadores de rescate junto a un corticoide sistémico de acción rápida.

En los episodios más graves, se valora el ingreso en planta o en UCIP para vigilar la función respiratoria y evitar complicaciones. Este esquema escalonado asegura un tratamiento urgente de broncoespasmo ágil, coordinado y centrado en devolver la normalidad lo antes posible.

Rehabilitación y prevención con fisioterapia respiratoria

Desde Fisiotórax sabemos que un programa de fisioterapia respiratoria bien estructurado no solo despeja de mocos las vías aéreas en una crisis, sino que actúa de forma preventiva para reducir la recurrencia de broncoespasmos. Tras una evaluación inicial de la función pulmonar, el diseñamos un plan a medida que combina:

  • Ejercicios de expansión torácica: te enseñamos técnicas de respiración profunda y controlada para aumentar tu capacidad pulmonar y optimizar la ventilación.
  • Fortalecimiento del diafragma y músculos accesorios: con rutinas específicas reducimos tu fatiga y mejoramos tu resistencia al esfuerzo.
  • Drenaje de secreciones: aplicamos percusiones y vibraciones para movilizar el moco y evitar tapones bronquiales, facilitando su expulsión natural.
  • Respiración con presión positiva y flujo controlado: utilizamos dispositivos como PEP para reforzar tu musculatura respiratoria y mejorar el intercambio de gases.
  • Programa progresivo de tolerancia al ejercicio: incrementamos gradualmente la intensidad de las actividades físicas para elevar tu umbral de desencadenantes y potenciar tu capacidad aeróbica.

Así, no solo aliviamos tus broncoespasmos, sino que te armamos con herramientas y ejercicios que reducen la frecuencia de las crisis y mejoran tu calidad de vida día a día. ¿Hablamos?

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