En los meses de verano, con el asfalto derritiéndose bajo los pies y el sol cayendo a plomo, hay un héroe silencioso que entra en escena: el aire acondicionado. Pero con él también llega una advertencia que todos hemos escuchado alguna vez: “No te pongas justo delante, que te vas a resfriar”. ¿Tiene algo de cierto esta afirmación? La respuesta corta es sí… pero con matices.

El aire no enferma, pero nos debilita
Lo primero que conviene dejar claro es que el aire acondicionado, por sí solo, no provoca un resfriado. Los culpables reales son los virus, como los rinovirus o los coronavirus estacionales, que encuentran su vía de entrada en un sistema inmunológico algo despistado. Y aquí es donde el aire acondicionado puede jugar un papel poco amigable.
Este dispositivo refresca el ambiente, sí, pero también reduce la humedad y puede secar las mucosas que protegen nuestras vías respiratorias. Esa sequedad hace que nuestras defensas naturales se relajen, y eso puede dar carta blanca a virus y bacterias para hacer de las suyas.

Los síntomas que se disfrazan de resfriado
Estos son algunos de los síntomas que pueden aparecer por el uso inadecuado del aire acondicionado:
- Congestión nasal
- Tos persistente
- Irritación de garganta
- Ojos secos o llorosos
- Dolor de cabeza
Sí, suena bastante a un resfriado común. Pero en muchos casos, lo que estás experimentando es una reacción a un ambiente poco amable con tu sistema respiratorio.
Por qué el aire acondicionado puede ser un caldo de cultivo para problemas
Cuando el aire acondicionado funciona, no solo enfría: también deshumidifica y pone en movimiento el aire del entorno. Si los filtros están sucios, lo que respiras no es precisamente fresco. Polvo, polen, esporas de moho o incluso pelos de mascota pueden circular alegremente por la habitación, provocando alergias, congestión y más de un estornudo inoportuno.
Además, si la temperatura está demasiado baja en comparación con la del exterior, el cuerpo puede sufrir un pequeño “shock térmico”. Esa transición brusca de 35 °C en la calle a 20 °C en una oficina no es moco de pavo para el sistema inmunitario, que se desorienta durante un rato… justo el tiempo que necesitan los virus para colarse.

Consejos prácticos para evitar sustos respiratorios
No se trata de demonizar al aire acondicionado —nadie quiere derretirse en agosto—, pero sí de usarlo con cabeza. Aquí van algunas recomendaciones para que no acabe pasándote factura:
- Evita la exposición directa al chorro de aire. No es necesario convertir tu escritorio en la Antártida.
- Mantén los filtros limpios. Cambiarlos con regularidad es fundamental para respirar un aire más sano.
- Regula la temperatura. Lo ideal es mantenerla entre 20 °C y 24 °C. Más bajo no significa más confort.
- Humidifica si es necesario. Un humidificador puede ayudarte a mantener tus mucosas hidratadas.
- Ventila el espacio. Abrir las ventanas de vez en cuando es una buena forma de renovar el aire y evitar acumulaciones de contaminantes.
¿Y si los síntomas no desaparecen?
A veces, pese a todo, la tos no se va, la nariz sigue taponada y respirar se vuelve una tarea incómoda. En esos casos, conviene plantearse acudir a un especialista.
Si tienes asma, alergias o cualquier patología previa, el riesgo se multiplica. Por eso, consultar a profesionales que puedan enseñarte ejercicios respiratorios y darte pautas de prevención puede marcar un antes y un después, como los que se aplican, por ejemplo, en casos de bronquiectasias donde la fisioterapia respiratoria juega un papel clave.
En resumen: no es el aire, es cómo lo usas
El mito del “resfriado por aire acondicionado” tiene algo de verdad, pero no por las razones que imaginábamos. No es el frío en sí el que enferma, sino el conjunto de factores que rodean su uso: ambientes secos, filtros sucios, cambios bruscos de temperatura y exposición directa.
La buena noticia es que, con unas cuantas precauciones, es posible disfrutar del frescor sin comprometer nuestra salud respiratoria. Y si el aire acondicionado es ese amigo que te rescata del calor, asegúrate de que no te traiga una factura en forma de estornudos, tos o dolor de garganta. Porque sí, se puede estar fresco… y sano a la vez.