Una crisis asmática, también llamada exacerbación o ataque de asma, es un episodio en el que los síntomas del asma empeoran de forma repentina. Puede ser algo relativamente leve o convertirse en una situación grave que ponga en peligro la vida.

¿Qué causa una crisis asmática?
Estas son algunas de las causas más comunes de las crisis asmaticas:
- Infecciones respiratorias como resfriados o gripe, que inflaman las vías aéreas y facilitan la obstrucción.
- Alergenos como polen, ácaros del polvo o caspa de animales.
- Irritantes ambientales: humo de tabaco, contaminación y olores fuertes son detonantes habituales.
- Ejercicio físico intenso, sobre todo en ambientes fríos y secos.
- Estrés y ansiedad, que pueden contraer los bronquios por liberación de ciertas sustancias.
- Medicamentos como la aspirina o algunos antiinflamatorios.
- Cambios climáticos bruscos, especialmente aire frío o variaciones extremas de humedad.
Síntomas que no debes pasar por alto
Una crisis asmática suele dar la cara con señales claras que conviene reconocer a tiempo.
La falta de aire se intensifica con rapidez. La tos no desaparece, por más que se intente controlarla. Al respirar, el aire produce un silbido audible, y una sensación de opresión en el pecho. En algunos casos, cuesta incluso articular frases completas sin detenerse a tomar aire.
Cuando la crisis asmática es grave, pueden aparecer signos de alarma: labios o uñas con un tono azulado, somnolencia inusual o incluso confusión. Si llegas a necesitar el inhalador de rescate cada dos horas o menos, es una señal de alarma. El empeoramiento a pesar del tratamiento indica que la crisis es grave y que debes buscar ayuda médica urgente.
Qué hacer durante una crisis asmática
La primera regla es mantener la calma, el pánico solo empeora la respiración. Luego:
- Usar el inhalador de rescate siguiendo la dosis indicada por tu médico.
- Sentarse en posición vertical para facilitar la entrada de aire.
- Respirar lenta y profundamente por la nariz para evitar hiperventilar.
- Si no mejora, buscar atención médica de urgencia.

En situaciones graves, no dudes en llamar al número de emergencias o acudir a un centro de salud. En una crisis asmática, el tiempo es esencial.
Prevención: cómo evitar llegar a una crisis
Prevenir una crisis asmática es tan crucial como saber actuar cuando ocurre. La clave está en adelantarse a los problemas y no dejar que el cuerpo llegue al límite.
El primer paso es identificar qué factores suelen disparar los síntomas en cada persona. Puede ser polvo, polen, ejercicio intenso o incluso cambios bruscos de temperatura. Detectarlos y, en la medida de lo posible, evitarlos es medio camino recorrido.
También es fundamental seguir al pie de la letra el plan de acción diseñado con el médico. Este documento, a menudo subestimado, es la hoja de ruta para mantener el asma bajo control y saber cómo reaccionar si algo se complica.
También es importante llevar un registro del FEM (Flujo espiratorio máximo) que indicará el grado de obstrucción, o cierre de tus bronquios. Tu fisioterapeuta respiratorio te enseñará a registrarlo con un peakflow y una tabla.
La medicación de rescate, esa que se toma cuando comienzan los sintomas del asma, debe estar siempre a mano. No sirve de nada si en el momento clave se queda olvidada en un cajón.
A esto se suman los controles periódicos de la función pulmonar, que permiten detectar cambios antes de que den la cara. Y, como telón de fondo, un estilo de vida saludable: alimentación equilibrada, ejercicio moderado y una buena gestión del estrés.
A la crisis asmática no hay que menospreciarla
Una crisis asmática no es un simple contratiempo: es un episodio serio que exige preparación y una reacción rápida. Reconocer los síntomas a tiempo, mantener la calma y saber exactamente qué pasos dar puede ser la diferencia entre un susto y una urgencia hospitalaria.
La experiencia demuestra que hay tres pilares que marcan la diferencia. Primero, la prevención: evitar los factores que desencadenan la crisis y seguir el tratamiento de control. Segundo, la rapidez de actuación: no esperar a que los síntomas se agraven para tomar medidas. Y, por último, la atención médica oportuna, porque contar con ayuda profesional en el momento justo puede salvar vidas.
En definitiva, estar preparado no es opcional; es la mejor defensa frente a una crisis.